Por Claudio Andrade

Pocas, escasas o casi nulas eran las posibilidades culturales en el Puerto Natales de principios de los 80. La localidad apenas si estaba dejando atrás los oscuros 70, con una altísima tasa de desempleo, la posibilidad de ser golpeada por conflicto bélico y la sensación de permanecer al margen de las decisiones de los poderes centrales.

Eran los años en que la gente pedía la radicación de fábricas en la zona, una consigna que hoy sería profundamente discutida por algunos sectores. Curioso como se desarrolla la historia.

Contado así, recuerda lo relatos de sangre y sudor de generaciones aun más antiguas que aquellas a las que pertenece el autor de estas líneas.

Había una biblioteca pública y en la biblioteca del Liceo Politécnica se encontraban algunos tomos de la colección Aguilar con títulos de Shakespeare, entre algunos otros libros. Había un club de ajedrez.

Y también un Video Cine. Pequeño pero con mayúsculas que atendía una mujer joven y de buen carácter. Cuesta entender cómo pero en aquel Video Cine, ubicado en el centro del pueblo, Eleuterio Ramírez y Esmeralda, exhibían películas de David Cronenberg.

Una que pudimos ver hasta el cansancio fue ‘Videodrome’ (1983). Da lo mismo el argumento, lo insólito es que una obra maestra del cine alternativo norteamericano, pasara por la humilde sala de una pequeña ciudad ubicada en la Patagonia.

Por entonces, el turismo era menos que una quimera. La población vivía del empleo público, no muy abundante y mal pagado, el campo, la pesca artesanal y, por supuesto, la mina de Río Turbio.

Entonces la mina argentina alcanzaba el récord de producción con más de 1 millón de toneladas anuales de carbón. Nunca se volvieron a tocar aquellos patrones.

Volviendo al Video Cine, se encontraba en una esquina. Había que correr una puerta y luego una cortina para alcanzar la sala que efectivamente tenía butacas de cine como cualquier otro espacio del género. Probablemente había alfombra cubriendo el piso. La pantalla era pequeña para los estándares que hoy sostienen los flamantes aparatos 4k. Bien cuadrada.

Observábamos a la dueña ir y venir por el pasillo ultimando detalles, expectantes, listos, atentos a que todo se fundiera a negro y comenzara la película.

Las funciones comenzaban a las 14 y se extendían sin pausa hasta más allá de las 20 horas. Nada nos movía de allí. Aquel fue uno de los patios de nuestras adolescencia.

Entonces ese puñado de chicos, porque jamás vimos a un adulto allí (algo que también ocurre hoy en día con el Polideportivo Municipal de Natales), era interpelado por una cultura totalmente distinta y que los arrancaba de los confines de los mapas.