Una persona trajo la versión en «Beta» directamente desde Estados Unidos y se exhibió por primera vez en un evento de recaudación de fondos en el invierno de 1985.

Por Guillermo Muñoz

Nadie sabe lo que hubiera pasado si el físico culturista y actor Arnold Schwarzenegger no cambiaba su decisión y se terminaba resignado a interpretar el papel del guerrero de la resistencia humana Kyle Reese y no el de “Terminator” que estaba originalmente pensado para el ex jugador de Rugby OJ Simpson.
Si bien esta anécdota ya era conocida, la serie “Arnold” que exhibe Netflix por estos días y nos muestra la vida del ícono popular en episodios del también actor, político, y así sucesivamente, nos la refriega una vez más para que entendamos que “los caminos de la vida”, como dice Vicentico, a veces dependen de pequeñas decisiones.

Para bien o para mal. Como en un ciclo vital, Arnold regresa a nuestras vidas patagónicas con un nuevo guión.
Historias de desvíos o anécdotas que no fueron. Hablando de desvíos. El estreno sureño de “Terminator” no ocurrió como era de suponer en la sala del Cine Palace de Punta Arenas. Es decir, sí, pero no.

Porque la ya clásica película de ciencia ficción fue exhibida por primera vez en Magallanes en el viejo gimnasio de un liceo de Puerto Natales en el marco de un evento de recolección de fondos del 2° C del Liceo Politecnico C-1 con el objetivo de concretar un paseo de fin de año a la Laguna Sofia. Fue en el invierno de 1985.

Extraño como Arnold, Terminator, el Politécnico de Natales y la laguna Sofía aparecen conjugados en una misma canción.

El amigo que trajo el «Beta» desde los Estados Unidos

Y aunque el plato de fondo era «Rambo 2» con Sylvester Stallone, fue incluida en la programación porque una integrante del curso tenía el video en formato “Beta” debido a que su hermano lo había traído desde Estados Unidos mientras realizó una pasantía que, para aquellos años, era como ganarse un viaje al espacio.

El universo digital quedaba aun muy pero muy lejos. Aun así, la película pasó de mano en mano, bolso en bolso, avión en avión hasta alcanzar un destino impensado.
La concurrencia fue de unas 60 personas que pagaron una entrada de 50 pesos de la época y 15 pesos por si alguien deseaba consumir algún vaso de jugo azucarado en Yupi, sólo para ver a Rambo rescatando a sus ex compañeros de armas en Vietnam.


El telonero “Terminator” dio la partida a la función y se exhibió en una pantalla Sony Trinitron de 29 pulgadas- aquellas que regalaba el Ministerio de Educación en aquel entonces- puesta arriba de un pupitre escolar sobre el escenario del gimnasio. Debe ser verdad que los ojos van cambiando según los tiempos, porque para los de la época, era suficiente y hasta inmensa.

A pesar que “Terminator” era el aperitivo, se convirtió en realidad en el plato de fondo. Nadie quedó indiferente ante este robot asesino, implacable y casi inmortal que no descansaba hasta encontrar el corazón de Sarah Connor, la mujer que- sin saberlo- daría a luz en el futuro al líder de la resistencia humana contra las máquinas.

Pero también habían dos escenas claves, aquella donde el soldado Kyle Reese le revelaba esta verdad profética y una escena de sexo entre los dos que no necesitó de un Consejo de Calificación para que pasara tranquilamente por los ojos de aquellos púberes asistentes.
Al terminar la jornada, “Rambo 2” fue un simple paseo a Vietnam, mientras que “Terminator” se alzaba como la triunfadora de la tarde.
Los fondos para el paseo fueron reunidos, pero una tragedia escolar en Laguna Sofía impidió que el viaje se concretara.
No deben ser muchos los asistentes a esa jornada que todavía recuerdan aquel estreno de “Terminator” de espíritu “under”. Un televisor haciendo equilibrio en un pequeño gimnasio de un establecimiento que alguna vez se soñó hospital contra una sala como dios manda en Punta Arenas.

Puede que en verdad “el futuro no esté escrito”, como repiten los personajes de Terminator, y puede que el pasado aun se encuentre en movimiento revelándose en oleadas de recuerdos.