Caminar por Puerto Natales en estos días es básicamente una aventura peligrosa.
Las calles y veredas lucen como un espejo. De hecho avanzar y terminar en el suelo es una posibilidad real.
Las veredas comerciales no lucen mejor que las veredas de calles paralelas donde el tránsito de peatones es sensiblemente menor.
Se observa a los vecinos avanzar lentamente, pasito a pasito, en su ruta acostumbrada hacia el universo de los trámites y las compras. Con pies de gatos, podría decirse.
Por otro lado, es un hecho que quienes “caminan” efectivamente son en su mayoría jóvenes. Cuesta imaginar a un adulto mayor andando sobre las veredas resbalosas de Puerto Natales en junio y julio.
La pregunta apunta derechamente a la organización municipal: ¿Deben los adultos y personas mayores olvidarse de caminar por su propio pueblo en invierno?
Así las cosas, Natales parece un pueblo pensado únicamente en quienes usan vehículos. Aunque claro, hasta los que conducen alguna vez tienen que bajarse. Entonces también se encontrarán con el mismo problema.
Resulta extraño que las calles comerciales no tengan ningún tipo de prevención al respecto y que no se hayan ejecutado acciones que permitan aminorar los problemas de la época.
No hay sal o cualquier otro elemento antideslizante en Bulnes o Baquedano para empezar. Tampoco en otras paralelas. No hablemos de las que conducen a la Costanera.
Habrá que esperar.