Nada escapa a Hollywood como nada escapa al paladar de Netflix.

Ahora es el turno de Edgar Allan Poe de atravesar las fauces de la plataforma de cine y serie que más o menos domina el mercado en la web.

El extraordinario autor norteamericano es revisitado del modo en que la industria de su propio país de origen, a más de 200 años de su nacimiento, puede hacerlo.

Su obra no necesita presentaciones, pero interpretada en clave Netflix adquiere connotaciones televisivas y suma una estética que no deja de resultar entretenida. Allan Poe ya lo es, por cierto. Como también es una legenda y una figura de corte maldito. Todavía hay gente que lleva botellas y otros utensilios a su tumba en el cementerio Westminster de Baltimore.

La historia de la serie de Mike Flanagan es, por supuesto, la de aquellos personajes que pueblan “La caída de la casa Usher”, misteriosos y atormentados. Una gran herencia que viene aparejada de una maldición.

A su modo, Allan Poe retrató el dolor de la condición humana en un fresco multifacético que absorbe al lector. Bueno, la serie ambiciosa produce cosas semejantes, pero utilizando los recursos del medio y las nuevas tecnologías a mano.

El resultado es divertido. La emoción y la tensión crecen a medida que transcurren los capítulos y aunque todo conserva el aire pasatista, endulzado y pegajoso de nuestra época (con los hits de música pasa algo similar) el proyecto tiene sentido. Funciona.

Actúan Bruce Greenwood y Mary Mcdonnell, entre otros buenos actores que desempeñan con eficiencia su trabajo.

Cada final de capítulo tiene guardada una dosis de adrenalina. En la oscuridad y pesar de la parafernalia, Allan Poe aun vive.