Por Claudio Andrade

Una vez más la Argentina se dirige hacia su paroxismo.

Es una Nación condenada al éxito, como decía Eduardo Duhalde, el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires y presidente por un lapso (entre 2002 y 2003), otro difícil lapso, por cierto.

Y el éxito es ser semejante a sí misma a lo largo del tiempo. Siempre intensa, siempre disparada a la quinta potencia, en caída o en alza.

Aunque durante años los argentinos se habituaron a votar por “el menos malo”, en esta oportunidad es claramente diferente. Al menos uno de los contendientes que quedaron sobre el ring, Javier Milei, es una construcción de “la gente”, quien sea que represente a este concepto.

Milei ha ido bajando los decibeles en los últimos días, pero su sello enloquecido, al punto de compararse con un león y con el ejecutor de una sierra, persiste en algún río subterráneo de su discurso.

Desde Chile se lo observa con curiosidad y hasta con cierta envidia, que un político así llegue a escalar tamañas alturas políticas.

Alguna vez Carlos Menem prometió un país justo, revolución productiva mediante, y aseguró que no dudaría en derramar sangre para recuperar Malvinas. Ya sabemos que el ex presidente hizo más o menos todo lo contrario.

¿Milei volverá sobre los pasos de un discurso brutal que es el único que conmueve a la sociedad argentina de esta época?

Cuando uno visita Buenos Aires con sus restaurantes llenos nos entra la duda acerca de sí la Argentina padece una crisis. “La gente no quiere la plata en el banco, se la gasta”, es una de las explicaciones más utilizadas.

La verdad es que la Argentina es un país de 50 millones de habitantes, más de 20 millones pobres, pero sin duda hay más de 20 millones que no lo son. Y un porcentaje menor pero significativo que es clase media alta y alta. Suman millones al final también los que sí pueden darse lujos en una sociedad quebrada.

Aun en crisis la música continúa, y el teatro, y el under, y las librerías gigantescas y el mejor asado del mundo.

Son algo así como pistas de un futuro posible, uno en el que el gigante despierta de su pesadilla.

¿Serán Milei o Sergio Massa, candidato y ministro de Economía, los príncipes de una historia exitosa, una paralela, en otro sentido? Resulta poco probable.