Por Claudio Andrade

En el mes de octubre el gobierno de Gabriel Boric sinceró las expectativas nacionales de crecimiento y las dejó en un 0% para el 2023.

Está claro que un país que no crece en el fondo retrocede. Impacta más el dato si se toma en cuenta el enorme potencial de Chile en materia de recursos que no está siendo aprovechado sino al contrario parece permanecer detrás de una cúpula de cristal.

Después de una caída en su imagen y de la publicación de índices nada alentadores, Boric impulsó un gabinete para el crecimiento y prometió que en este sentido el país escalaría en 2024 al 2.5%.

La paradoja está a la orden del día. En el sur en general y en Magallanes en particular el gobierno ha impulsado una suerte de guerra contra la industria salmonicultora a través de acciones concretas del ministerio de Medio Ambiente que despliega su espada de un extremo al otro en un verdadero caiga quien caiga.

El índice de desempleo creció notablemente en la región y el desempleo en la mujer saltó hasta casi el 8%.

Un dato crucial si se toma en cuenta que la industria del salmón recibe gran cantidad de mano de obra femenina en sus plantas y dependencias operativas.

En este orden en Magallanes justamente cerraron dos plantas procesadoras (una de ellas definitivamente en Punta Arenas y la otra acaba de volver a funcionar en Puerto Natales) y la producción salmonera cayó en promedio casi un 70 por ciento.

Un cuadro que empuja el propio gobierno y su Ministerio de Medio Ambiente aparentemente decididos a expulsar a la industria del sur de Chile.

La actividad constituye el segundo sector exportador de nuestro país detrás de la minería con unos USD 6500 millones anuales. Solo en Magallanes las exportaciones alcanzan los USD 650 millones.

Pero aún así no existen posibilidades reales y concretas de que la actividad crezca y encuentre mejores horizontes de desarrollo.

Los más de 70 mil empleos que entrega el sector no convencen a funcionarios como Maisa Rojas, ministra de Medio Ambiente, quien al referirse al sector utiliza un vocabulario bélico.

De hecho la crisis de Nova Austral se encuentra profundamente atada a su cartera. A instancias de sus funcionarios fueron cancelados sus principales centros en una medida que no admitía más que su cierre.

Más allá de las faltas de la empresa, que dicho sea de paso se encuentra en completo proceso de reorganización, las decisiones que emanaron de la cartera resultaron draconianas.

Pero una vez que la justicia medioambiental consideró como excesiva las medidas tomadas en primera instancia y ordenó que los centros volvieran a operar fue la Superintendencia del Medioambiente (SMA), la que apeló una y otra vez para que el polémico fallo continuara firme.

Está claro que entre la cartera de Rojas y la SMA existe uno o varios vínculos. Y que entre Rojas y Boric existe una misma química en este sentido.

Mientras tanto desde el gobierno regional y las representaciones presidenciales locales se insistía en que todos estaban haciendo el mayor esfuerzo para que Nova Austral se mantenga con vida. El final de su actividad significaría que unas 3500 personas quedarían sin empleo en Porvenir. Nada menos.

La conducta de Rojas y de los funcionarios del gobierno son dignos de un análisis psicoanalítico puesto que mientras públicamente declaran que trabajan para que Nova Austral y el sector prosigan, por detrás y en silencio llevan adelante una batalla bastante más silenciosa destinada a su destrucción.

“Así como hemos sido capaces de derrotar la inflación en contra de lo que muchos agoreros pronosticaban, vamos a ser capaces también de mejorar la creación de empleo en nuestro país y mejorar el crecimiento en nuestro país», señaló el presidente Boric.

“Encima para que las obras públicas que partan por el estado, pero además vayan apuntalando la inversión privada, y así dar una clara señal de que el crecimiento de la economía pensando en las familias chilenas es prioritario para nuestro gobierno y es que tenemos que crecer más», agregó.

Y aquí es donde surgen las dudas justificadas respecto del optimismo presidencial puesto que el gobierno se empeña en hacer desaparecer la industria que ha permitido el franco desarrollo de todo el sur de Chile en las últimas dos décadas.

En Magallanes entrega empleo a más de 7000 personas dando lugar al surgimiento de una nueva clase media y más de 100 empresas de servicios aledañas.

Aun así las limitaciones burocráticas que encuentra el sector son dignas de una novela de Kafka.

Aunque la actividad podría crecer y darle la pelea comercial a Noruega (que espera quintuplicar su producción en el futuro cercano) en los próximos años, esta no cuenta con el verdadero apoyo del gobierno para resolver la trampa ambiental y burocrática que la asfixia.

No nos olvidemos que Chile acaba de firmar un acuerdo con China para la provisión de salmón fresco a una de las mayores economías del mundo.

El gobierno de Boric se empecinado en poner la mira en el desarrollo del hidrógeno verde que bienvenido sea pero aún es proyecto en la región.

La salmonicultura ocupa apenas 2000 hectáreas en Magallanes bajo los más altos estándares de calidad y seguridad y en este pequeño espacio consiguió levantarse como el principal sector exportador local.

Pero los palos en la rueda continúan ahí, tal como un innecesario discurso bélico que se empecina en su extinción.