Por Claudio Andrade

El sur de Chile es objeto de una batalla cultural, económica y discursiva.
Los grandes intereses que genera hoy se condicen con su enorme potencial y riquezas naturales, pero también con visiones etnocentristas que pretenden estar por encima de los sueños de los propios chilenos.
No es tan extraño. Ha sucedido en otros lugares del planeta y hoy es el turno de este país.
El gran sur se convirtió en una obsesión para la clase millonaria de los Estados Unidos desde que Douglas Tompkins y su amigo Ivon Chouinard llegaron a mediados del siglo XX a la zona de El Chaltén en Santa Cruz ( Argentina). Pasados los años Tompkins creó North Face y Chouinard Patagonia Inc.
Es como si, saltándose los libros de historia, por entonces ambos jóvenes escaladores, hubieran descubierto la Patagonia por sí mismos antes que los pueblos ancestrales y que el propio Magallanes.
A su modo, los intentarían reescribir los libros de texto del sur de Chile y la Argentina y uno podría afirmar que todavía andan en eso sus descendientes.
Los fantasmas de estos magnates, los de las ONGs que auspician de un modo u otro, más la complicidad opaca de los funcionarios del gobierno de Gabriel Boric han parido una situación delicada y compleja como es la determinación de presuntos espacios de protección costera destinados a descendientes de pueblos originarios.
¿Acaso la gran mayoría de los chilenos, entre ellos los pescadores artesanales, no son descendientes de los primeros habitantes de esta esquina del continente conocida como Chile?
La Ley Lafkenche es punto dentro de un escenario donde convergen pasiones y obsesiones de diverso calado.
Hace unas horas la Comisión Regional de Uso de Borde Costero rechazó la entrega de 622 mil hectáreas marinas a un grupo de 37 personas.
La negativa alivió las tensiones al interior de las localidades, pero el conflicto de fondo continúa. El gobierno ha querido dar un paso más en su decisión de desalentar toda industria y actividad económica sobre todo en Aysén, Magallanes y Tierra del Fuego. No pudo ahora. Esto continúa.
Porque de un lado, un conjunto de fuerzas en ejercicio espera el vaciamiento de la Patagonia y su conversión en un enorme parque nacional.

En ese club se enlistan poderosas ONGs, millonarios con vocación de mesías y hasta otros países que esperan que Chile no avance en ciertas líneas de crecimiento económico.

Del otro, están quienes sueñan con una región desarrollada y austral, al mismo estilo de lo que ya hicieron Noruega, Islandia, Suecia, entre otros países atenazados por el frío y la lejanía de los centros urbanos.
La pregunta parece obvia aunque no lo es tanto. ¿Si ellos pudieron por qué no el sur de Chile?
Toda la región posee disparadores de desarrollo: su mar, pesca, posibilidad de cultivo del mar, algas, recursos energéticos tradicionales y renovables como el gas, el carbón y el hidrógeno verde. A esto le sumamos el beneficio del viento y las bajas temperaturas que podrían facilitar la instalación de servidores de alto rendimiento. El campo y el turismo. Mucho.
Magallanes, por ejemplo, tiene índices notables vinculados a la baja pobreza , abundancia de empleo y proyecciones de crecimiento.
Sin embargo, la batalla continúa entre aquellos que buscan alcanzar los más altos parámetros de desarrollo y quienes se encuentran convencidos de que estaremos mucho mejor si volvemos al primitivismo. Entonces la Patagonia será territorio de los guanacos y de unos pocos iluminados.
De todo esto y algo más conversamos en BDR.

Charla con Mauricio Vidal en el BDR

Diálogo en el BDR desde el minuto 35

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