Por Claudio Andrade
Magallanes no atraviesa justamente uno de sus mejores momentos económicos. Las estadísticas resultan inapelables mal que les pese a los funcionarios del gobierno de Gabriel Boric quienes en recientes visitas aseguraron que para la región sólo tienen “buenas noticias”.
En este complejo escenario, las arremetidas contra la industria del salmón están la orden del día. Al gobierno nacional, a la CONAF, el ministerio de Medioambiente y Economía, entre otros, poco parecen importarle los datos que subrayan una y otra vez que el sector genera alrededor de 70 mil empleos, USD 6500 millones de dólares al año en exportaciones y es, por encima del litio y debajo del cobre, el segundo producto de exportación chileno. En otras palabras, después del cobre viene la salmonicultura.
Detrás de la arremetida contra el sector hay pura ideología, toneladas de militancia ciega, que puede terminar provocando la crisis más profunda que jamás haya conocido Magallanes.
En la región el sector ocupa apenas 2000 hectáreas, pero ofrece empleo a unas 7000 personas y exportaciones por USD 650 millones. Cerca de 2500 millones de pesos reciben los municipios en materia de patentes.
Lo que hasta ahora se conoce del borrador del Plan de Manejo de la Reserva Kawéskar, en el marco de la ley Lafkenche, revela que la salmonicultura está condenada. Si el proyecto se convierte en realidad también desaparecerá la industria y sus beneficios.
No deja de resultar una ironía que algunas familias de origen kawéskar o que así se perciben, puesto que el mayor porcentaje de la población chilena tiene sangre indígena (incluido el autor de este artículo), han reclamado más 220 mil hectáreas para su uso particular o ceremonial apenando a esta legislación.
La caída del sector sería una “gran” noticias para militantes y ONGs internacionales que poco y nada tienen que ver con la historia de la Patagonia. Está más que claro que PEW, Greenpeace, Fundación Rewilding, Oceana, y otras, que pertenecen o son acompañados por un grupo de mega millonarios, tienen su propia agenda, sus propios sueños mesiánicos, para el sur de Chile. La idea es “sencilla”: despoblar el extremo del país, especialmente Magallanes, para convertirlo en una enorme Parque Nacional.
¿Y cómo se despuebla una región? Pues, cercenando sus fuentes laborales. La Patagonia chilena es hoy el escenario de un experimento social, el más brutal de las últimas décadas que haya conocido Occidente, y que más temprano que tarde llegará a Netfilx en forma de documental o serie o película. Ni lo duden.
“Es preocupante que CONAF no tenga claridad sobre las consecuencias del plan de manejo. De hacerse efectivo, la industria del salmón paralizará las inversiones, reducirá las contrataciones y luego abandonará la región, con todo lo que ello conlleva”, señaló Francisca Rojas, gerente general de la Asociación de Salmonicultores de Magallanes a Salmonexpert.
“El 50% de las concesiones vigentes en la región están al interior de la Reserva Kawésqar. Casi su totalidad fueron otorgadas antes de la creación de la misma y representan el 0,05% de la superficie total de la Reserva”, agregó.
“Nuestra proyección es que las concesiones vigentes al interior de la Reserva, teniendo en cuenta el régimen de producción establecido en la normativa de 33 meses de operación por 3 de descanso, alcanzarán en los próximos años a realizar sólo 5 ciclos (siembras), lo que hace injustificable cualquier inversión. Por otra parte, las solicitudes en trámite serán rechazadas y si una empresa requiere hacer una modificación a su proyecto técnico de producción, tampoco tendrá éxito”, detalló.
También apuntó en este sentido Carlos Odebret, presidente de la Asociación de Salmonicultores de Magallanes.
“El borrador de plan de manejo de la reserva pone a la salmonicultura como una amenaza a los objetos de conservación que se plantean en el borrador. Estos objetos de conservación son genéricos, tales como los fiordos y canales, el fondo marino o el litoral marino. Con esa definición tan amplia cualquier actividad industrial en los 2,6 millones de hectáreas se entiende como una amenaza. De mantenerse las restricciones propuestas, el 50% de las concesiones no podrán renovarse, las solicitudes no continuarán su trámite y será imposible modificar los proyectos ya aprobados. También se establecen restricciones al movimiento de embarcaciones, en definitiva es el cierre de la actividad salmonera en Magallanes”, le dijo a la misma publicación.
“Pesa a que (la Ley Lafkenche) tuvo un fin noble en su tramitación, la aplicación práctica ha sido deficiente y errática”, ha indicado, a su vez, Loreto Seguel, presidenta del Consejo del Salmón.
«Chile es un país costero y el mar es patrimonio de todos; esta ley requiere de cambios urgentes antes de que el daño se vuelva irreparable», señaló en su momento Seguel en relación a la ley Lafkenche en febrero pasado. Semanas después se rechazó la solicitud por parte de grupos familiares de más 600 mil hectáreas (ECMPO) en las Islas Huichas y Cisnes.
Los argumentos de defensa de CONAF, el gobierno y las ONGs parecen no estar anclados en la realidad. Estos aseguran que las concesiones tienen derechos adquiridos y continuarán. Pero el plan de manejo cauteriza la posibilidad de nuevas inversiones con lo que es poco probable que la industria, como haría cualquier otra, apueste por un futuro sellado.
El artículo 14 del borrador final del Plan de Manejo de la Reserva Kawéskar no deja espacio a dudas sobre lo que realmente se impulsa aquí.
“Se permitirá la práctica de acuicultura de pequeña escala (APE), la cual deberá estar restringida exclusivamente a especies nativas, sin afectar negativamente los objetivos de conservación establecidos en el presente plan”, indica.